domingo, 21 de diciembre de 2014

Un iceberg de oro. Capítulo 8: "El amanecer es muy bonito en la ciudad".

La morena entró en el pequeño apartamento, observando todo a su alrededor. Las paredes de la entrada estaban pintadas con un tono bastante claro de azul, casi azul cielo. En la pared izquierda se encontraba un pequeño mueble en el cual dejar los zapatos. Adentrándose por el pasillo, había dos puertas. Una a la derecha y otra a la izquierda, ambas correderas. Abrió la de la derecha y se encontró con una cocina. El suelo era de cerámica negra, las paredes grises y los muebles blancos. Parecía bastante moderna. 
Al abrir la otra puerta, la de la izquierda, se encontró con un amplio baño de azulejos de color marfil, con el suelo también de cerámica negra. Los muebles, en cambio, eran de acero y quedaban bastante bien, había una enorme ventana abierta.
Al fondo del pasillo, se encontraba una puerta más. Esta daba a un salón, con las paredes coloreadas de un tono verde claro, mientras que había un par de sofás blancos y una enorme estantería que ocupaba la pared derecha. Estaba preparada para comenzar a ser llenada de sabiduría. Un mueble sujetaba la pantalla panorámica que se encontraba en la pared contraria a los sofás. 
En la pared izquierda, se encontraba una puerta más. Al entrar, se supo inmediatamente que era el dormitorio. Contaba con una cama doble en el centro de la pared opuesta, un escritorio pegado a la pared derecha y una puerta que daba al balcón. En la pared izquierda, una puerta conectaba la estancia con la cocina.
-¿Te gusta?- le preguntó el rubio, observando el lugar. Ella asintió, distraída. 
-Es... Acogedor. 
-Bueno, pequeño si que es.- se quejó Edward. 
-Tampoco necesito mucho espacio.- susurró ella. 
-¿Por qué no te instalas mientras yo voy a saludar a mi hermano?- le sugirió el rubio. La morena sonrió un poco y asintió. 
Sintió cómo la puerta de la entrada se cerraba detrás del rubio y suspiró. Lo primero que hizo fue intentar darle un toque personal al dormitorio. En su mesilla se encontró algo que sinceramente, la sorprendió. Se trataba de un talonario enorme. La chica, extrañada, lo abrió. En su interior se encontraba una pequeña nota que decía "No te preocupes por el dinero, utilízalo como te plazca. No hay límite." 
Estaba, cómo no, firmada por el Coronel Roy Mustang.
Elyon hizo una mueca, algo molesta. La verdad era que si necesitaba el dinero para convertir ese lugar en algo habitable, pues era tan triste que casi daban ganas de llorar al verlo.
Lo pensó durante dos segundos y se decidió.
-Así que no hay límite, ¿Eh...? Pues le va a doler en la cartera haber dicho eso.- la chica sonrió con maldad, cogiendo un par de cosas y saliendo del lugar, con el talonario guardado en el bolsillo y comenzó a caminar por las calles, asegurándose de recordar siempre el camino de vuelta. 
Encontró una tienda para artículos del hogar y sin pensarlo dos veces, entró.
-Buenas tardes, ¿Puedo ayudarla?- una mujer algo regordeta, con el pelo teñido de rojo terciopelo, y los labios pintados del mismo color, se plantó delante se su cara, con una sonrisa casi como la del gato de Alicia en el País de las Maravillas. 
-Eh... Yo... Acabo de mudarme y...- intentó decir antes de ser interrumpida por la mujer.
-¡Oh, cielo! ¡Eso es fantástico! Mi nombre es Bernadette, pero puedes llamarme Ber. ¡Pero qué muchacha más bonita eres, querida!- empezó a gritar la mujer, irritando a Elyon.
Ella, sin saber muy bien cómo comportarse ante la situación, simplemente se limitó a sonreír y tratar de caerle bien, por si le caía algún descuento. 
-¿Cuál es tu nombre, preciosa?- preguntó la señora. La morena fingió una sonrisa tímida y se removió el pelo, aparentando estar nerviosa.
-M-Mi nombre es... Elyon.- le respondió, y por la cara maravillada y enternecida de "Ber" se dio cuenta de que tendría un descuento bastaaaante alto.
-Está bien, querida. Dime, ¿Qué buscas precisamente?- le preguntó la mujer.
-Oh, bueno... Me gustaría buscar algunas cosas para decorar mi apartamento. Quiero darle un toque personal... No sé si me entiende usted.- le dijo. 
-Oh, puedes mirar, y si algo te gusta, me lo dices.- le ofreció Bernadette y Elyon huyó entre las lámparas y las alfombras, intentando no tener que escucharla más.
***

Tras cerca de tres horas, la chica terminó de hacer sus compras, con un descuento de cerca del 60%.
En parte se sentía un poco mal por engañar a aquella señora, pero después de tanto tiempo escuchando el enervante tono de voz de la mujer, aún pensaba que debía haberle estafado más dinero. 
Llegó a su nuevo piso y se encontró en la puerta a Edward sentado delante de la puerta y a un chico un tanto más bajo que el rubio, de cabello color castaño, tez clara y ojos verdosos. Se parecía mucho a Edward, con lo que la morena dedujo que sería el hermano pequeño de su amigo.
-¡Elyon! Te hemos estado esperando! Estaba preocupado, ¿Cómo se te ocurre salir sin conocer el lugar?!- le reprochó el rubio. Ella lo ignoró completamente y abrió la puerta, entrando con las bolsas dentro del apartamento. 
-Pasad, pero Edward, que sepas que como sigas tocándome las narices te dejo fuera.- dijo ella. Se giró y miró al pequeño chico que no se atrevía a entrar.- Vamos, pasa. Hoy he comprado comida por primera vez.
Los dos hermanos entraron y siguieron a la chica hasta el salón. Ella dejó las bolsas en el suelo y se tiró en el sofá. 
-¡Elyon, que sea la última vez que...!
-Edward, he sabido volver, vale? No soy una niña para que tengas que andar vigilándome.
-Da igual... No me he tomado tantas molestias para nada.- Edward se sentó también en uno de los sofás.- Oh, cierto. Alphonse, ella es Elyon. Elyon, él es Alphonse.
-Un placer.- el chico le sonrió. Ella le devolvió la sonrisa.
-Lo mismo digo. Edward no ha parado de hablar de ti en toda la tarde.- rió el castaño.
-Oh, héroe, ¿Es eso cierto?- se burló la chica de ojos azules. El rubio le lanzó una mirada asesina a su hermano pequeño, para después contestar:
-Es que tenía que intentar explicarle lo antipática que eres.
-¡Soy adorable! ¡He conseguido todo lo necesario para mi casa con un descuento que no te lo harían a ti ni en un millón de años!- le respondió ella, indignada. 
-¿En serio? ¿Te han hecho descuento por ser adorable?- el rubio no pudo evitar sorprenderse.
-Exacto. Aunque parezca que no, tengo carisma.- ella le miró con altanería.
-Oh, bien, la pregunta es dónde se esconde.
-Pregúntaselo a la señora que me dejó todo a mitad de precio por ser una "jovencita adorable".
-Sé sincera y dime que no la obligaste a hacerte descuento con Alquimia.- le pidió el rubio.
-Alphonse, controla al idiota de tu hermano, por favor.- gruñó la chica, mirando mal a Edward.
-Se supone que yo soy el hermano mayor.- se quejó el chico de mirada dorada.
-Ya, pero mentalmente eres un bebé.
-¡Bueno! ¡Respeta a tus mayores!
-¡Pero si yo ya respeto a Alphonse!- le respondió la morena, haciendo reír al castaño.
-¡Al! ¡No te rías! ¡Se burla de mi!- le reprochó Edward, mirando mal a su hermano. 
-¡Pero es que es muy gracioso!
-Bueno, es tarde. Hoy estoy muy cansada. Os recomiendo idos antes de que os eche. No tengo demasiado tacto para esas cosas.- les dijo Elyon sin ningún problema. Edward la miró con mala cara, pero Alphonse se preocupó un poco por si no le caía bien. 
-Alphonse, no te preocupes. Es así de mala siempre.- le tranquilizó el rubio. 
La chica de ojos azules le sonrió al castaño con inocencia. 
-En realidad me caes bien. Pero tengo sueño, así que fuera de mi casa.- le dijo con voz aniñada.
-Está bien, ya nos vamos, antipática.- le dijo Edward.
Los tres se levantaron. Cuando Edward y Alphonse se fueron, la chica cerró la puerta con llave y se dirigió al dormitorio.
Colocó unas sábanas limpias en la cama y se puso una camiseta algo larga. Acto seguido, se acostó y se quedó dormida, pensando en qué sería de su futuro.
***

Una sonrisa asomó por el rostro moreno de Elyon. Acababa de tener un sueño increíble. Abrió los ojos, completamente descansada, y se levantó de la cama. Sacudió su larga cabellera y se pasó los dedos por esta, tratando de desenredarla un poco. Se estiró mientras caminaba hacia la cocina. Todavía estaba todo desordenado, pero fue quien de encontrar la leche y los cereales, junto a un cuenco con flores dibujadas. Se valió de una cuchara y comenzó a comer. Escuchó sonar el timbre y miró la hora, extrañada. Al abrir la puerta, una especie de remolino azul la arrolló. 
-¡¿Qué narices?!- chilló, sorprendida. Cuando abrió los ojos y se orientó, pudo observar a una chica de más o menos su edad, media melena teñida de un color azul eléctrico. Contaba con un flequillo recto, que hacían resaltar los bonitos y enormes ojos de color miel que poseía. Su tez era pálida, y su mirada feliz y risueña. Le mostraba una perfecta y amable sonrisa. 
-¡Hola! Tú eres la nueva vecina, ¿Verdad? Yo soy Hazelle Summers, pero puedes llamarme Hazz o Hazza, como prefieras. ¿Cuál es tu nombre?- le dijo rápidamente la desconocida, ahora identificada como Hazelle.
-Eh... Soy Elyon Black.- respondió algo atontada.
-Es un placer, Elyon. Por favor, te lo ruego, sálvame de la vecina del quinto, que está buscándome para contarme cómo se llaman todos y cada uno de sus gatos.- le pidió y se introdujo en la morada de la chica de ojos azules, que a cada momento estaba más sorprendida.
-Claro, pasa, no hay problema. Adoro acoger a desconocidas que se presentan en mi casa sin previo aviso.- le respondió la morena, con sarcasmo.
-Lo siento, pero mira el lado bueno, así podremos conocernos mejor.- Hazelle sonrió emocionada.-Vaya, tu casa es preciosa.
-Gracias, pero aún me he mudado ayer, no tengo nada organizado.- respondió con normalidad Elyon.
-Si quieres puedo ayudarte. Hoy es Sábado y me muero de aburrimiento.- le ofreció la peli azul. 
-No tienes amigos con los que salir o hacer cualquier cosa fuera de mi casa?- enarcó una ceja la allanada. 
-No, no soy muy sociable, en realidad.
-Pues nadie lo diría viendo cómo has irrumpido en mi casa y en mi remanso de paz.
-Esto es un caso especial. La señora Johnson me tiene frita. Cada vez que me ve se pone a chillar que estoy poseída por llevar el pelo de este color y que cómo puedo ser tan maleducada y bla, bla.- se quejó, tirándose en uno de los sofás.
-Oye, a mi un rubio me amarga la existencia y no por eso huyo a tu casa.- refutó la morena.
-¡Awww! ¡¿Tienes un gatito?! ¡¿Cómo puedes decir que un adorable minino te amarga la existencia?! Qué clase de mala ama eres?
Elyon, sobrepasada, se llevó una mano a la cabeza. 
-No tengo ningún gato. Olvida todo lo que he dicho y vete antes de que me den ganas de matarte.
-Jo, qué mala. Yo que tenía intención de ser tu amiga... 
-¿Te doy un consejo? La próxima vez que quieras hacerte amiga de alguien, evita colarte en su casa, a las personas eso no suele gustarles.
-Mmmm... ¡Entonces le quitas toda la gracia!- la chica de ojos miel puso una expresión de frustración con la cual Elyon no pudo evitar echarse a reír. Parecía realmente acongojada por eso.
-Está bien... A cambio de dejarte 10 minutos en mi casa... Quiero información.- la chantajeó la morena. 
-Mmm... Vale, no hay problema. Pregunta lo que quieras.
-Dime... ¿Es un edificio tranquilo? Es decir... No hay ruido ni gente que discuta a las tres de la mañana, ¿Verdad?- preguntó esperanzada.
-Bueno... Hay dos chicos en el tercero... Son muy ruidosos.- le contó la chica de mirada castaña. Elyon bufó, descontenta.-Pero son bastante guapos, así que se lo permito.
-Qué lista...
-Bueno, yo me voy. Un placer conocerte. Espero que te pongas de mi parte en las juntas.- se despidió la chica de pelo azul, saliendo por la puerta, dejando algo desconcertada a la morena.
-Eh... ¿Adiós?- susurró, confusa.
Tras unos segundos, se dirigió a la cocina, a prepararse un buen desayuno. La baldosa estaba fría, helada más bien, pero disfrutó de la sensación, aquel clima era mucho más cálido que el de su pueblo natal. 
Se sentó a desayunar y mientras masticaba, reflexionaba sobre los últimos acontecimientos. Todavía no había tenido tiempo de procesar y analizar todo lo ocurrido. 
"Recapitulemos, Elyon. Primero: Te has ido de White Castle. Segundo: Ahora vives en una ciudad desconocida. Tercero: Te han engañado para que seas del ejército. Cuarto... Sigues viva." Pensó, mirando fijamente un punto en la pared contraria. Tragó los cereales y suspiró. "Maldito sea el imbécil de Edward..."
En ese preciso momento, el timbre sonó de nuevo, por segunda vez en la mañana.
Molesta, y esperando que no fuese la vecina, se acercó a la entrada.
-¡Elyoooon!- escuchó que la llamaba Edward. 
-Oh, es él.- susurró y volvió a la cocina, sin abrir. Siguió desayunando con el sonido de la puerta siendo aporreada por el rubio.
Cuando terminó y lo creyó oportuno, se acercó a abrir la puerta. Allí, apoyado en la pared y con una mirada aburrida, se encontraba Edward.
-Pensaba que nunca abrirías.- se quejó el chico.
-Yo pensaba que nunca dejarías de golpear MI puerta.- respondió ella, enarcando una ceja. El rubio entró al apartamento sin reparos.
-¿Qué tal has pasado la noche?- le preguntó, mirándola de arriba a abajo, deleitándose con el corto pijama de la muchacha. Ella se puso de puntillas para poder pegarle un bofetón.
-Eres un pervertido, Edward Elric.- le dijo, enfadada.
-Bueno, lo siento, no me pegues.
-¿Qué has venido a hacer aquí, héroe?
-Bueno, ayudarte con la mudanza.- le sonrió, mirándola con diversión.
-No necesito ayuda. Me las apaño sola.- le contestó.
-Bueno... Pero ya he venido y no tengo intención de irme.- el chico se encogió de hombros, sonriéndole.
-Puedes irte, estaba muy bien sola, ¿Sabes?
-Vamos... Me echas de menos, solo admítelo y acuéstate conmigo,
Elyon.- bromeó, pero la reacción de la morena fue distinta a la que se esperaba.
-Está bien, vamos al dormitorio.
Silencio...
Silencio... 
Silencio...
-Estás tomándome el pelo, verdad?- preguntó definitivamente, mirándola confuso. Ella sonrió malvadamente.
-Has tardado mucho en darte cuenta. Ya sé que es tu sueño, pero no se va a cumplir. Lo siento, héroe, búscate otra princesa.
Él se sonrojó.
-¿Q-quién te dice q-que yo quería... Eso... Contigo?- le respondió rápidamente, nervioso. No solía hablar sobre esos temas y no podía evitar sentirse como un ignorante respecto a ESE tema.
-¡Oh! ¡He conseguido sonrojarte! Esto es tan divertido...- rió ella, burlándose.- No me digas que eres un héroe virgen... Qué decepción...
-Estás siendo cruel conmigo, Elyon.
-Tan solo estoy bromeando, no es malo ser virgen.
-Puedes... Puedes dejar de decir eso?- Edward estaba muy avergonzado.
-Mmm... No. ¡EDWARD ES VIIIRGEN! ¡EDWARD ES VIIIIRGEN!- empezó a gritar, divertida. 
El chico de mirada dorada se abalanzó sobre ella y le tapó la boca, haciendo que la chica se asustase, y como consecuencia, perdiese el equilibrio, cayendo al suelo de culo.
-¡Imbécil! ¡Largo de mi casa!
-¡Es tu culpa por no tener equilibrio! 
-¡Si no te hubieses tirado encima de mi no hubiese ocurrido esto, SUBNORMAL!
-Oye, tampoco hay que pasarse...
-Me paso si me sale del...
-¡Cuidado!- la avisó al ver que se iba a tropezar con uno de los sillones. Pero, para desgracia de la chica, no consiguió reaccionar a tiempo, y como consecuencia, terminó tirada boca arriba en el ya mencionado mueble. 
-... Eres un mal amigo.- le echó en cara ella, observando el techo, frunciendo el ceño. 
-Yo traté de avisarte. Eres tú la que se cayó.- se defendió el rubio. 
-Y tú no lo impediste.- le reprochó. Se levantó del sofá y se acercó a Edward, se colocó delante de él y le miró molesta, a pesar de que el chico era mucho más alto que ella, la chica de mirada azulada le intimidó.
-¡¿Y qué esperabas que hiciese?!
-No sé, quizás sujetarme, como el caballero que deberías intentar ser, inútil.- murmuró ella, única y exclusivamente para que él lo escuchase. Sonrió y huyó al dormitorio. 
No huyas, maldita cobarde!- escuchó gritar al rubio. Estiró las sábanas rápidamente y, antes de que Edward consiguiese alcanzarla, escapó al balcón. 
Una ráfaga de viento alborotó sus negros rizos, consiguiendo dejarla momentáneamente ciega a causa de la tupida capa de pelo que se adhería a su cara. Sintió los fuertes brazos del rubio rodear su cintura y levantarla del suelo. Se apartó el pelo de la cara y observó el panorama. El sol se medio ocultaba en el horizonte, dándole un tono rosado al azul del cielo. Los edificios más altos se veían algo alejados, mientras que las casas más bajas le daban un fondo pintoresco a la imagen. Miró al chico que se encontraba sosteniéndola. 
-El amanecer es muy bonito en la ciudad.- se le ocurrió mencionar a la morena. 
-Si... Pero sigo pensando que el mejor amanecer de todos es el que veo cada vez que estoy en mi pueblo.- le confesó con una sonrisa anhelante. Elyon iba a alejarse de él, pero algo en su expresión la detuvo. En cambio, rodeó con sus brazos el cuello del rubio y le devolvió el abrazo. 
Edward estaba bastante sorprendido. La chica no solía abrazar a la gente, y mucho menos a él. 
-Lo siento...- escuchó que susurraba. No sabía muy bien si era dirigido a él, pues ella tenía la cara apoyada en su pecho, dificultándole la tarea de analizar su expresión.- Entiendo lo que sientes.
Él cerró los ojos y suspiró. Le gustaba pensar que la chica le apreciaba, aunque solo fuese un poco. Meditó durante unos segundos sobre la extraña amistad que mantenía con la morena que se hallaba entre sus brazos.
Ella se separó de él, pues no le agradaban los abrazos largos. Se colocó un mechón tras su oreja derecha y miró las marmóreas baldosas del suelo.
-Puedes comenzar por esas cajas de ahí...- le dijo y entró al cuarto.