lunes, 22 de septiembre de 2014

Un iceberg de oro. Capítulo 5: Tic, tac, enterremos el pasado... Tic, tac, avancemos otro paso.

Esa mañana, una ojiazul se despertó desconcertada. No recordaba haberse acostado, y menos en la cama en la que dormía el rubio molesto. Estaba francamente asustada por lo que pudiese haber pasado la noche anterior. La única razón que se le ocurría para lo que había pasado era que el maldito de Edward la había llevado a la cama. Y si eso era lo que había pasado, se sentiría PA-TÉ-TI-CA.
Se levantó y salió del cuarto. Pasó por el salón y se encontró a Edward durmiendo en el sofá. Pensó en despertarle de mala manera, pero eso ya era demasiado cruel.
-Edward...- le llamó en voz baja, intentando despertarle para mandarle a dormir a la cama. Pero el rubio no le hizo ni caso.-Edward.- aumentó el volumen de su llamado. Pero el chico tampoco reaccionó.
-¡EDWARD!- terminó por gritarle, perdiendo la paciencia. El pobre saltó del susto y se cayó del sofá. Desconcertado, miró a su alrededor.-Ve a dormir a la cama.
-¿Qué?- preguntó desorientado.
-Que vallas a dormir a tu cama.
El rubio espabiló un poco.
-Ya estoy despierto.
-No me digas, no tenía ni idea.- le respondió la ojiazul irónicamente. El chico de mirada dorada se preparó para contestarle una bordería, pero recordó los hechos acontecidos la noche anterior y decidió cerrar la boca.
-Ve a seguir durmiendo a la cama, que seguro que has descansado fatal.
-¿Te preocupa cómo he dormido?- se sorprendió el chico.
-En realidad, no. Pero si ya eres irritante durmiendo bien, no quiero ni imaginarme lo insufrible que serás sin dormir.- la chica puso una bien actuada expresión de horror.
-Ja. Ja. Muy graciosa. Que sepas que te he dejado dormir en mi cama.
-Técnicamente es mía.
-¡Contigo no se puede ser un caballero!- se quejó el rubio haciendo un mohín.
La chica sonrió divertida.
-Será porque no me van los caballeros.
-O porque eres la bruja mala del cuento.- el chico hizo gestos como de bruja.-Aunque eres guapa, no pareces una bruja.
-Son mis súper pociones de camuflaje.
-Estoy seguro de que en realidad tienes 1678 años.
-Uishh por qué poco aciertas, héroe.- rió con sarcasmo.
-Elyon... ¿Vendrás a Ciudad Central conmigo?- le preguntó el chico.
-No lo sé.
-Vamos, El.- le pidió juntando las manos y haciendo un adorable puchero.
La morena le miró con gran sorpresa.
-¿Cómo me has llamado?
El rubio se sonrojó un poco.
-El... Pensé que podría llamarte así... ¿Te molesta?- le preguntó algo preocupado. Ella estaba a punto de decirle que si, pero era agradable escuchar que alguien la llamase así de nuevo.
-No, no me importa.- le contestó con naturalidad.
-Tú puedes llamarme Ed.
-Prefiero llamarte héroe. Es casi como una tradición.- le dijo la chica con tono burlón.
-No me gusta si lo dices burlándote de mi.
-¿Es que acaso alguna vez he dejado de hacerlo?- rió la chica. Le hacía mucha gracia la cara de Edward cuando se burlaba de él.
-¡Elyon!- le reprochó.
-En serio, que no entiendo por qué quieres ser mi amigo.
-Eres... Interesante.
-No serás un acosador de esos que van de buenos y luego terminan violándote y asesinándote en la bañera.- la morena le miró con muy bien fingida desconfianza.
-Solo el tiempo lo dirá.
-No intentes meterme miedo. Por desgracia parece que soy indestructible.- la chica de ojos azules frunció el ceño.
-Pues a mi no me parece precisamente una desgracia.- le contestó el rubio con una media sonrisa.
-Lo es si no quieres seguir viviendo.
-Si deseases vivir seguro que no tendrías ese problema.
-Cállate, Edward.
-Cállate, Elyon.
-Me desesperas, rubio tonto.
-Eh, eso es discriminación, morena guapa.
-Edward, me da que eso de insultar no se te da demasiado bien.- se burló la chica.
-¿Y quién dice que deseaba insultarte?- le guiñó un ojo.
-Ten cuidado, la última persona que decidió cortejarme terminó de sopa.- le avisó lanzándole una mala mirada.
-Hala! Que creída. ¿Y si no estaba cortejándote?
-Al menos te han quedado las cosas claras, ¿No? Pues eso.
El rubio rió.
-Eres muy divertida.
-Eso es por que te ríes de mi.- ella hizo una mueca.
-¿Y cómo lo sabes?
-Por que yo lo sé todo.
-¿Ah, si?- el rubio apoyó su barbilla en su mano, esperando.
-Si.
-Dime algo que nadie más sepa de mi.- le preguntó y ella sonrió sombríamente.
-No te gusta estar sin tu hermano.
La expresión del rubio no tenía precio. Su sorpresa llegaba a límites insospechados.
-¿Cómo lo sabes?
Ella ignoró la pregunta.
-Piensas que debes cuidar de él, pero el chico ya es mayor para cuidar de si mismo. Déjalo vivir.- le recomendó la chica con un brillo en sus azules ojos.
¿-En qué te basas para decir eso?- le cuestionó el chico clavando sus orbes doradas en los ojos de Elyon.
-Solo lo sé. ¿Soy omnipotente?- dijo insegura.
-¿Y a mi me lo preguntas?- el chico puso cara de "Qué me estas contando?".
-Silencio, voy a desayunar.- le informó y fue a coger una manzana roja de la cocina.
El rubio la siguió y también cogió una manzana, esta vez, verde.
-Por favor, ven conmigo a Central.- le pidió de nuevo el chico con una mirada de súplica.
-¿Tú te llevas comisión o qué?- la morena estaba cansada de la insistencia del muchacho.
-No, solo quiero que vengas conmigo. Eres una increíble Alquimista, tienes un puesto seguro en el cuartel general. Tendrías trabajo, amigos y lugar donde vivir. Es una apuesta segura.
-Puedo vivir de la caza y no necesito amigos. Y bueno, como ves, tengo una casa.- le respondió.
-Vamos, Elyon. Solo un mes. Ven un mes y si no te convence vuelves y dejo de molestarte para siempre.- le ofreció.
-Tú y yo sabemos perfectamente que eso no pasará.
-Verdad. Por que te quedarás allí.- le dijo el rubio con una sonrisa segura.
-No te hagas ilusiones, no valla a ser que yo no sea como piensas.- le respondió.
-¿Entonces debo... Cambiar de táctica?-Simplemente no planees nada.- le recomendó.
-¿Y cómo conseguiré convencerte?- preguntó el chico.
-Ya lo has hecho.
-¿En serio?- Edward se sitió esperanzado.
-No, pero quiero que me dejes en paz.- la morena sonrió.
-¡Joder, estoy harto de que te rías de mi!- se quejó el rubio.
-Tranquilo, terminarás acostumbrándote.- sonrió radiantemente.
-Elyon...
-Edward. Voy a ser muy clara. No sé qué motivaciones tendrás para querer tocarme las narices con que valla a la capital, pero no pienso dejar este sitio. Es mi hogar.
El rubio le dedicó una mirada entristecida.
-Tan solo me caes bien. Quiero ser tu amigo. Además... Si sigues aferrándote a este lugar solo conseguirás estancarte.
-¿Estás insinuando que la respuesta es huir?- la chica enarcó una ceja, con el sarcasmo impreso en su expresión.
-No. Pero no ganas nada quedándote aquí sola por toda la eternidad.
-¿Y no te has parado a pensar que a lo mejor eso es lo que quiero? ¿Que soy feliz así?
El rubio se vio obligado a ponerse serio.
-Si fueses feliz no hubieses intentado suicidarte.
Ella apretó los labios, callándose todas las cosas que tenía ganas de gritarle.
-No me importa lo que pienses.
-A mi si. Elyon... Te lo suplico. Tan solo quiero que vengas un tiempo... No es para siempre.
La chica de rizos suspiró.
-Dime qué es lo que tengo que hacer, qué es lo que tengo que decir para convencerte.- le pidió el rubio, ya harto de suplicar.
Ella se quedó callada durante un buen rato. Edward la miraba, expectante.
-Está bien. Iré.- le dijo la morena, con indiferencia.
La mirada dorada del chico demostraba ilusión, mas no quiso expresarlo.
-¿Lo dices en serio?- preguntó, intentando no parecer esperanzado.
Ella le miró a los ojos. Al chico le costó mantenerle la mirada. Los ojos azules que le observaban, tan hermosos y gélidos al mismo tiempo, le hacían sentirse extraño. La frialdad que la mirada de la chica infundía incluso le hacía estremecerse. Ella siempre había tenido aquella mirada. Pero Edward nunca se había parado a observarla con detenimiento. Sintió dos sentimientos demasiado diferentes. Los ojos de Elyon le atraían, pero a la misma vez eran hostiles.
-Lo digo completamente en serio.- afirmó ella.
-Está bien... Nos iremos mañana.- le dijo Edward. Ella asintió, podía pedir mas tiempo, pero no estaba por la labor de discutir.
-Saldré. No me esperes despierto.- le dijo Elyon, levantándose de la silla y saliendo de la cocina.
-¿A dónde vas?
-A despedirme.
Con esa respuesta tan contundente, el rubio decidió dejarla marchar.
***

El reloj dio las 12 de la noche. Un chico rubio, de ojos dorados, que en ese momento transmitían preocupación, caminaba por el salón de la cabaña en la que se hospedaba, inquieto.
-Mierda, Elyon... ¿Dónde narices te has metido?- gruñó Edward. La había buscado por todo el maldito pueblo, pero no había conseguido encontrarla.
Estaba algo preocupado. No sabía si estaba bien o si le había pasado algo.
Entró a la habitación en la que dormía la morena, intentando encontrar alguna pista sobre dónde estaba. Tras unos minutos, gruñó al darse cuenta de que no había nada que le ayudase. Se apoyó en el alféizar de la ventana y miró el paisaje. Allí en la lejanía, iluminada por la luz de la luna, al final del prado, donde éste se convertía en bosque, estaba arrodillada en la verde hierba oscurecida por la falta de iluminación, la chica por la cual se había preocupado durante horas.
El rubio salió a buscarla. Tardó un par de minutos en llegar. Ella, desplomada en el suelo, miraba a un punto fijo en el pasto, justo delante de ella.
-¿E-Elyon...?- susurró, pero ella no se giró a mirarle. Su largo y negro cabello ocultaba la expresión de su cara. El chico intentó acercarse, pero vio un pequeño marco con una foto en su interior. Aquello era lo que estaba mirando.
Dio dos pasos hacia la chica, pero ella le detuvo con un gesto.
-Cuidado. La vas a pisar.- escuchó que murmuraba la chica. Edward se horrorizó al darse cuenta de que estaba a punto de pisar... Una tumba. ¿Pero qué narices...?


sábado, 13 de septiembre de 2014

Un iceberg de oro. Capítulo 4: Una simple chica llena de problemas con el mundo.

Horas después volvió a la casa con dos perdices y un pavo silvestre. Se había esmerado luchando con el maldito pavo que se resistía a la muerte. Estaba cansada y no le apetecía hacer la comida. Y mucho menos le apetecía ver a Edward. Descansó un rato leyendo un libro. 'El sueño de una noche de verano.'
Pronto empezó a tener hambre y se decidió a hacer la comida. Simplemente asó el pavo junto con unas cuantas patatas. Se preguntaba dónde estaría el rubio.
Quitó el pavo del horno y lo dejó enfriándose. Salió a la calle y caminó por la ciudad. Todo estaba relativamente tranquilo hasta que vio una enorme torre de cemento plantada en mitad de la plaza mayor. En la cima se veía la figura de un hombre gritando por su vida. Se asustó y corrió a ver qué narices pasaba. Se trataba de Edward el que había hecho semejante escándalo.
-¡Edward! Baja a ese hombre ahora mismo!- le dijo la morena completamente asustada. El rubio la miró con rabia pintada en sus ojos.
-¡TENGO RAZONES PARA DEJARLE AHÍ ARRIBA POR HORAS!- le contestó.
Elyon no iba a permitir que Edward torturase a uno de aquellos aldeanos analfabetos. A pesar de que los odiase seguían siendo personas.
Sin pensarlo se transportó a la cima y se acercó al pobre hombre. En realidad se trataba de un chico. Uno que conocía o creía conocer.
-Mierda, Jake. Se te da demasiado bien sacar de quicio a la gente que menos te conviene.- le dijo con resentimiento.-Sujétate, traidor.
El chico hizo lo que ella le dijo y un segundo después se encontraba en suelo plano. En cuanto posó sus pies en el suelo la morena lo soltó como si le diese asco y se acercó al rubio, que había convertido la extraña torre en un pequeño montículo.
-¿Estás loco?- le preguntó completamente enfadada.
-¡Podría haberlo matado solo por lo que dijo!
-¿QUIERES CALLARTE?!- Elyon no podía con las miradas de los aldeanos. Sabía perfectamente qué pensaban de ella. Y ahora tenía que protegerlos? No era precisamente la situación ideal.
Le cogió del brazo y lo llevó a la casa. Estaba muy nerviosa.
-¿Es que eres tonto? ¿Acaso has pensado en lo que pasaría si le haces daño?- parecía que la ojiazul iba a explotar.
-Si. Y de hecho me parecía bien.- le contestó el rubio. Ella le dedicó una mirada asesina.
-¡MALDITO NIÑATO, YO TE MATO!- gritó completamente desquiciada. El chico empezó a escapar siendo perseguido por la morena rabiosa.
-¡Tranquilízate!- pidió Edward al verse acorralado contra una estantería llena de libros.
-¿Pero tu eres idiota? ¿Y si le hubiese pasado algo? ¿La culpa sería tuya! Te llevarían a la cárcel. ¡Y entonces los malditos imbéciles esos irían a por mi!
-... ¿Te estás preocupando por mi?- el chico sonrió triunfante.
- ¡NO, GILIPOLLAS! ¡Me preocupo por mi! ¡POR MI!- le contestó la morena.
-No mientas. Sé que te importo.
-¿Enserio crees que sabes algo de mi?- Elyon se rió con ironía.- No tienes ni idea de quién soy. Te has metido en la casa del diablo y ni siquiera te has dado cuenta.
-Eso no es cierto. Tú no eres mala.
Ella se acercó y le miró muy seriamente a los ojos.
-Podría matarte en este mismo momento sin reparos. ¿Por qué crees que te aguanto? Por que rápidamente notarían tu desaparición.
-Mientes.
-Y estás tan seguro por que...
-Por que tus ojos dicen una cosa diferente a tu boca.- el rubio siguió sonriendo completamente tranquilo.
Elyon no lo dejó ver pero había dado en el clavo. Se alejó de él y se dio la vuelta, y sin mirarle simplemente dijo:
-Vete de mi vida. Mejor sola que dependiente de tu compañía.
Su voz parecía darle paso para retirarse de la escena. Como si de verdad necesitase desahogarse y estar sola.
No dijo nada más, lo único que hizo fue salir a dar un paseo. Le daría tiempo.
En cuanto sintió cerrarse la puerta principal, la chica se sentó en el suelo abrazándose las rodillas y mirando al fuego. Intentó aguantar las lágrimas y pronunció varias veces para ella aquella frase tan célebre de la persona que más quería.
-Los ángeles ganarán. Los demonios del pasado en el infierno terminarán. Tarde o temprano.
***

Se quedó durante horas mirando el fuego. En su mente pensaba y le daba vueltas a la situación actual. A lo que podría cambiar su vida.
No quería aceptar la amistad de Edward por que en realidad no quería sentir que dependía de alguien. Ya sabía cómo terminaba eso.
Ni siquiera recordaba lo que era tener un amigo. No recordaba haber sido buena amiga nunca, así que tampoco necesitaba amistad.
Ni amor.
Ni enemigos.
Y mucho menos a nadie.
Se había decidido a morir hacía mucho tiempo y todavía no había conseguido su objetivo. A lo mejor era por que no lo había intentado demasiado. Se había limitado a ir a lo fácil, pero no había pensado en algo complejo y enrevesado. Alguna forma que una vez que se llevase a cabo no pudiese ser parada. Como un misil termo dirigido. Para ella eso era el colmo de lo peligroso.
Empezó a reír amargamente en cuanto fue consciente de lo que estaba pensando. Como iba a conseguir un misil termo dirigido? En qué clase de fantasía vivía su alocada mente?
La puerta principal se abrió, interrumpiendo sus pensamientos. Por ella entró el causante de su ataque de histeria. Cerró la puerta tras de si y se acercó a la chica de piel canela.
-Lo siento, Elyon.- se disculpó sinceramente. La luz de las llamas a su izquierda le daban un brillo peculiar a sus ojos. O quizá era arrepentimiento, pero la morena prefirió atribuírselo al fuego.
Ella bufó, volviendo a la seguridad de su personalidad amurallada.
-No tienes que darme explicaciones.
-Ese chico te llamó asesina.
-Como si fuese novedad.- ella rodó los ojos ignorando la puñalada que sentía en su corazón.
-Yo defiendo a mis amigos, ¿Sabes?- le dijo el rubio mirándola seriamente.
-Yo no soy tu amiga.- desvió sus azules ojos hacia la alfombra.
-No creo eso. Si no fueses mi amiga no me hubieses hospedado en tu casa. Y mucho menos me hubieses dejado montar un escándalo de esa manera.
-Te hospedé por que si no ahora mismo estarías tirado en la calle. Y no te he dejado montar nada. Simplemente es tu vida.- le dijo molesta.
-Eso es lo que dices pero, ¿Es lo que piensas de verdad?- la mirada de Edward la hacía sentir como si pudiese leerle la mente.
-No puedes saber lo que pienso.- le hizo una maniobra de evasión.
-¿Sabes por qué no me has echado todavía de tu casa?- le preguntó sentándose en el suelo al lado de la joven.-Porque en realidad no te gusta estar sola. ¿Por qué sigues aquí lamentándote de tu soledad cuando puedes tener amigos en otro lugar?
Elyon se encogió ante la sinceridad de las palabras que acababa de escuchar.
-No quiero amigos.- contestó simplemente, no tenía ganas de explicar su situación.
-No quiero discutir contigo. Deberías dejar de auto engañarte y pensar en que podrías comenzar de nuevo en otro lugar.- le dijo.
-Estoy maldita. Todo el que se acerca a mi termina dañado. Y me da igual, pero estoy sola y ya lo he asumido. Ni siquiera pienso en ello.- la morena advirtió un brillo tristón en los ojos del rubio.-Como sientas compasión por mi te pego.
-Déjame ser tu amigo, Elyon.- le pidió mirándola fijamente. Ella frunció el ceño y contestó:
-Se te va la olla.
Edward la miró por unos segundos y luego se echó a reír.
-¿De qué te ríes, rubio?- le preguntó la ojiazul.
-¿Siempre serás tan testaruda?- le contestó con otra pregunta.
-Eres tú el que quiere estar cerca de mi.
-Elyon, escúchame... Por favor, te pido que vengas conmigo a Ciudad Central. Tan solo unos días. Por favor, no me voy a rendir tan fácilmente contigo.
-Ni de coña.- contestó mirándole como si estuviese loco. Edward suspiró.
-Te lo pido porque me importas.
-No es cierto.
-¿Cómo estás tan segura?
-Porque todo el mundo miente.
-¿Y si en verdad quiero ser tu amigo?
Elyon calló al ver la mirada "sincera" del rubio.
-¿Y si terminas por querer dejar de serlo? No me interesa depender de nadie.- le dijo completamente convencida.
-Terminarías beneficiada.- ahora el chico hablaba en la misma linea que la ojiazul. Entendía que tendría que ponerse en la piel de la chica para poder convencerla.
-O no.- contestó la morena entrecerrando los ojos.
-¿Y qué pierdes por intentarlo?- le preguntó.
-Tiempo.
-¿Más del que pierdes aquí esperando a la muerte?- Elyon no podía soportar la mirada tristona del rubio.
Finalmente, después de un rato de silencio, la ojiazul cedió en su posición.
-Supongo que podría... Considerarlo.- susurró finalmente. Sintió el cambio de humor de su acompañante, de triste a triunfante.
-Sabía que conseguiría convencerte.
-He dicho que lo consideraré. No que acepte lo que tú me ordenes, héroe.
-Vamos, Elyon. Yo sé que te caigo bien.
-Sueñas demasiado, Edward.- le contestó y se levantó. Fue a cambiarse de ropa y se puso un pijama que consistía en un pantalón largo de pijama blanco con estampado de tréboles verdes y un jersey verde claro de lana holgado con un gatito blanco bordado. Volvió al salón y se encontró con Edward.
-Tienes pavo en la cocina si quieres cenar.- le dijo casi a regañadientes. Ella no tenía ni hambre.
-Gracias. ¿Tú no cenarás?
-No tengo hambre.
La morena se sentó al lado de la chimenea y siguió leyendo su libro.
-Por favor, come un poco. Solo un trozo, así me quedo tranquilo.- le pidió el chico de ojos dorados.
-No voy a morir por no cenar.
-No me gustan esas bromas.
-No estaba bromeando.- le contestó la chica con inocencia.
Edward se fue a la cocina algo molesto. Simplemente le molestaba no poder... Influir en la morena. Ella se quedó tirada en el sofá leyendo. No iba a disculparse por que "Mister héroe" tuviese complejo de controlador.
Sin darse apenas cuenta, sus párpados se cerraron y su respiración se regularizó. Se había quedado dormida.
En la cocina, Edward terminó de cenar y lavó el plato.
-Elyon, ¿Podrías...?- no terminó la oración. La encontró durmiendo plácidamente en el sofá, con un libro en la mano. Casi sintió una oleada de ternura recorrerle todo el cuerpo al ver a la chica tan indefensa. Su expresión tranquila y unos mechones sueltos sobre su rostro le daban un aspecto casi angelical. Una imagen completamente distinta a cuando la morena estaba despierta.
Podía llevarla a su cama, pero corría el riesgo de que se despertase y le deformase la cara a golpes. Tras unos segundos de meditación se decidió a alzarla en vilo. La levantó con cuidado, como si fuese una bomba y él tuviese que desactivarla. Ella, inconsciente, se sujetó a él con suavidad. El libro cayó entonces al suelo de madera, haciendo un ruido sordo. El rubio aguantó la respiración cuando la chica se removió en sus brazos. Por suerte no despertó, y el chico comenzó a caminar hacia la habitación en la que dormía la morena. Entró y se encontró con la cama a una altura impresionante. Se sintió frustrado al no poder subir a la chica hasta lo alto.
-Mierda... ¿Y ahora que hago?- se preguntó. Casi al segundo recordó que él dormía en la otra habitación. La llevó hasta la otra y la depositó lentamente sobre la cama. Ella abrió los ojos y al chico se le paró el corazón, pero la morena los volvió a cerrar y abrazó la almohada. Edward suspiró aliviado. La arropó con delicadeza y, pensando que la chica estaba dormida, se alejó para ir a dormir al sofá.
-Gracias, héroe.- escuchó suspirar a Elyon. Se giró para asegurarse de que no lo había soñado, pero la morena estaba dormida.
No era broma, lo había escuchado claramente. Quizá lo había dicho en sueños, pero lo había dicho.
Esas dos palabras le habían hecho ver que sus esfuerzos no eran en vano, y esa sensación le reconfortaba. Así que, sonriente, se acercó a la morena y, con el tono más dulce que pudo utilizar, le susurró:
-No me las des, somos amigos, Elyon.
Se dirigió al salón, esta vez bastante más feliz y se recostó en el sofá. Se había dado cuenta de que Elyon no era la clase de persona que él creía. Verla de esa guisa le hizo comprender que no era arisca por naturaleza, que a lo mejor... En realidad solo era una chica dulce, llena de problemas con el mundo.


jueves, 4 de septiembre de 2014

Un iceberg de oro. Capítulo 3: Presentando a Lady "Yohagoloquequierocuandoquiero".

Segundos después se dio cuenta de que había sonreído de verdad por primera vez en meses.
-Maldito héroe de las narices...- susurró molesta. Le molestaba que el niñato de turno llegase a cambiar su vida y de paso aplazar su ya de por si negro destino.
Cuando terminó de recoger se encaminó a la habitación de su hermana. Cuando entró automáticamente el olor del dulce aroma de Sophie inundó sus fosas nasales, trayéndole un montón de recuerdos. La cama colgaba del techo a una altura considerable. Las cadenas que sujetaban el mueble estaban forradas con cintas multicolores acorde con el edredón. Las paredes habían sido pintadas de color azul medianoche y en una de estas, un mural con la imagen de la luna llena en una noche medio nublada sobre el bosque. Ella era una artista. Siempre dibujando o pintando cualquier cosa que encontraba... El escritorio estaba como ella lo había dejado, lleno de dibujos. Sus zapatillas de casa con forma de dinosaurio rosa estaban esparcidas por el suelo. Había una pequeña alfombra de algodón con forma de Panda. El armario ubicado en la pared derecha estaba abierto de par en par con camisetas tiradas en el fondo. Elyon subió a la cama transportándose con alquimia y la cama se movió ante el repentino peso. Sophie solía utilizar la escalera colgante que tenía atada a la parte delantera. Había un peluche descansando encima de la almohada. Se trataba de un gran oso blanco de pelo precioso.
"¡Mira, El! ¡Lo he ganado en la feria!" La voz de su hermana resonó en su cabeza. "Deberíamos ponerle nombre. ¿Cual te gusta?" Sonrió. "Soph, es tu maldito peluche. Búscale tu solita un nombre." Le había contestado. "Vale, gruñona. Le llamaré Novio. ¡Así ya no tengo que buscarme uno!" En aquel entonces se había reído de su hermana, pero tenía mucha razón.
Se metió entre las sábanas rememorando cómo su hermana utilizaba el mueble más como un columpio que como una cama, y se meció suavemente. No necesitó más de dos minutos para rendirse a que Morfeo se la llevase al mundo de los sueños.
***

Los insistentes rayos del sol comenzaron a colarse por la ventana de una habitación, apuntando directamente a los ojos de una morena con mal genio.
-Maldito sol... Si pudiese darle una maldita patada...- murmuró molesta al despertar.
Se removió un poco y la cama la acunó suavemente con su movimiento. Ahora entendía que Sophie se pasase casi todo el tiempo durmiendo.
Salió de la cama con dificultad pero con la sensación de haber dormido en una nube. Se dispuso a ir a su cuarto a coger ropa, pero recordó que estaba ocupado por el rubio molesto. Así que decidió "coger prestadas" unas cuantas prendas de Sophie. Empezó por examinar unas cuantas camisetas hasta que encontró una blanca de rayas azul marino de manga larga. Unos pantalones cortos del mismo tono azul y unas medias finas de color blanco. Se puso un conjunto de ropa interior de su hermana, después de todo llevaban la misma talla.
Seguro que si su hermana siguiese viva le hubiese dicho algo parecido a "¡Maldita sea, El! ¡No te pongas mi ropa! ¡Te juro que te quemaré la tuya!" Su hermana siempre había sido tan... Impulsiva...
Suspiró. Se recogió el pelo en una trenza de espiga al lado izquierdo de su cabeza. Incluso trenzada su melena le llegaba por debajo del pecho. Unos rebeldes mechones se escapaban a ambos lados de su cara, junto con su flequillo del lado izquierdo, dándole un aspecto infantil que ella odiaba.
Salió de la habitación y se dirigió a desayunar. Esperaba coger una manzana o unas uvas. Eso bastaría para saciarla hasta el almuerzo. Apenas acababa de amanecer, así que no podía salir al bosque. A esas horas era cuando los depredadores retornaban a sus respectivos lugares escondidos, lo que la haría bastante vulnerable a la hora de cazar.
Entró a la cocina y se sorprendió al ver a Edward con dos platos de fruta cortada.
-Buenos días. Espero que hayas dormido bien. Esto es para ti.- le puso el plato delante junto con unos cubiertos. Su sonrisa la incomodaba. Lo miró extrañada.
-No es veneno, Elyon.- le aseguró rodando los ojos. Aún así esperaba que la chica le agradeciese la comida.
-Vale.
Y se dispuso a comer.
-...-
"Se dispuso a comer."
"Se dispuso a comer."
"Se dispuso a comer."
"SE DISPUSO A COMER!"
¿Acaso no tenía ni una pizca de modales? ¿O de sentimientos? ¿O de corazón?
-Creo que merezco que me digas algo, ¿No?- le dijo el rubio y ella lo miró, masticando.
-Hoy tu pelo está raro.
-¡ESO NO!- le dijo exasperado, pero a ella no pareció perturbarle en lo más mínimo.-Deberías agradecerme por la comida. Es lo normal.
-Discúlpeme, su majestad. No tenía ni idea de que las cosas se hacen solo para alimentar el ego con una mísera palabra banal que carece de significado. Si tu intención es que alimente tu ego o simplemente conseguir la satisfacción de haber hecho una "buena obra" por alguien pues puedes quedarte con tu comida.- se alejó del plato.
El chico se quedó si palabras.
-Simplemente sería agradable escuchar que no he hecho todo esto en vano.
-Me lo estoy comiendo, ¿No? Se supone que esa es la finalidad de haberme preparado el desayuno. Pues ya está.- la chica odiaba que el rubio la hiciese rabiar.
-...-
-...-
-¿Te has enfadado?- ella frunció el ceño y le tiró lo primero que encontró... Que resultó ser una cuchara. El chico lo esquivó con rapidez y se quedaron en silencio mirándose.
-Me acabas de tirar una cuchara.- la afirmación del rubio sonó más como una pregunta.
-Exactamente.
Sin poder evitarlo el chico empezó a reír. A Elyon también le hacía gracia... Trató de disimularlo y parecer enfadada pero aún así sonrió.
-Tenía razón en lo de que eres graciosa.- opinó con un deje burlón. Ella lo miró con perspicacia.
-Yo también tenía razón en lo de que eres molesto.
-Nunca lo has dicho.
-¿Ah, no? Pues estoy segura de que en algún momento lo pensé.- le guiñó un ojo sonriendo para picarle.
-No finjas. Sé que en realidad te caigo bien.
-Si hombre, la verdad es que soy la presidenta de tu club de fans. Anda ya, no vayas de sobrado que no te queda bien.
-Sabía que tenía un club de fans. Soy increíble.
-Lo que usted diga, mi amo.- contestó escéptica.
-¿Qué vas a hacer hoy?- preguntó Edward.
Elyon lo miró con desconfianza.
-¿Para qué quieres saberlo?
-No lo sé.
-Tengo que ir a visitar a un... Conocido.- su mirada se volvió tenebrosa de repente.
-... Está bien.- el rubio no se fiaba. No iba a perderla de vista ni un solo momento. Quizás lo que tenía que solucionar tenía que ver con ella.
"¡Ring, ring!" Sonó su móvil.
-¿Podrías disculparme? Necesito contestar.- la miró con una disculpa pintada en su mirada.
Ella hizo un ademán como significado de que no le importaba y él salió de la estancia.
-¿Diga?
-Hombre, me han dicho que te has topado con la joya del pueblo.- la voz de Mustang ya le puso de mal humor.
-¿Qué quieres?
-Que la convenzas de que venga a Ciudad Central. La conozco y sé que no vendrá si se lo pido yo.
-¡A mi no me conoce! ¡Yo no puedo convencerla!
-No me importa, invéntate algo, hazte su amigo, cómprale un collar, ¡Yo qué sé! Pero haz que venga.- sin darle tiempo a contestar, colgó.
Menuda tarea le había encomendado. No tenía ni idea de cómo narices llevarla a Ciudad Central... Estaba seguro de que en cuanto se lo propusiese lo largaría de su casa.
Volvió a la cocina y se sentó de nuevo a terminar de desayunar.
Elyon estaba tratando por todos los medios de no ser una maruja de pueblo y meterse en la vida del rubio, pero tenía curiosidad por saber quién lo había llamado.
-¿Tu novia te reclama, guaperas?- se burló en un patético intento de no denotar curiosidad.
-Novia... Si, seguro.- el chico se rió.- Era mi jefe.
-Ah...- la chica terminó rápido de comer y se levantó de la mesa a recoger los platos.
-¿Puedo acompañarte hoy?- le preguntó el rubio apoyando la cabeza en su puño. Ella lo miró como si fuese un extraterrestre.
-No.- contestó rotundamente.
-Pues te seguiré.- contestó Edward.
-Creo que no sabes el significado de la palabra "No".
-Has acertado.
-Pues mira tú que pena que no vas a seguirme.
-Soy Alquimista Nacional. Tienes que obedecerme.
-¿Ah, si? ¿Que frase de película de vaqueros viene ahora? ¿"Aquí yo soy la ley."? Por favor.
-Tienes que obedecerme.- repitió el chico con altanería. Ella enarcó una ceja mirándole con puro sarcasmo.
-¿Y si no, qué?
-Tengo licencia para matar.
-Lo que me faltaba. Anda a matar moscas o lo que te salga de las narices. Incluso te dejo matar a Dylan, pero déjame en paz.
-¿Quién es Dylan? ¿Y qué te ha hecho para que merezca la muerte?- preguntó el rubio, confundido.
-No me deja dormir la siesta. Ala, corre a matar a mi amigo imaginario.
-¿Cómo se mata a un amigo imaginario?
-Pues tienes que buscar un cuerno de unicornio de color salmón e incrustárselo en un ojo. Así de fácil. Hay una tienda en el pueblo en la que los venden. Haz turismo.
Edward sonrió. La forma de ser de la chica le parecía... Extravagante. Y sin duda era entretenida.
-¿Tiene que ser un cuerno color salmón? ¿Y en qué ojo hay que incrustarlo? ¿Y cómo sabré dónde está Dylan? ¿Y por qué el cuerno tiene que ser de unicornio y no de, por ejemplo.... Una cabra?
La morena empezó a ponerse roja de rabia.
-... ¿Y si no lo encuentro qué pasa? ¿Y si me ataca? ¿Podría hacerme daño aunque sea imaginario?...
-¡CÁLLATE!- le gritó completamente fuera de sus casillas.
-Estás muy roja.- el alquimista se lo estaba pasando de fábula. La chica le tiró una taza a la cabeza que rápidamente esquivó, pero aún así le pasó rozando.
-Edward Elric, Alquimista de Acero, maldito enano toca narices hazme el puñetero favor de desaparecer de mi vista si no quieres morir.- le explicó muy despacio, como si le hablase a un bebé retrasado.
-¡NO SOY ENANO!- gritó el rubio enfadado. Ahora fue el turno de venganza de Elyon.
-¿Cuantos años dices que tienes? ¿Trece? ¿Catorce?
-¡Tengo dieciocho! Y estoy seguro de que...
-Cállate perro.- le interrumpió ella y quedó satisfecha con su contestación.
El rubio gruñó y se fue al salón.
La ojiazul terminó de lavar los platos y se dirigió a pedirle disculpas al niño susceptible.
-Hey, Edward. Creo que me he pasa...- no terminó la oración por que el chico la miró con una mirada asesina.- Oye, a mi no me eches esas miradas. Tu no me das miedo.
-Perdone señorita "Yohagoloquequierocuandoquiero".
-Te has equivocado. En realidad mi segundo apellido es "HagoloquequierocuandoquieroPORQUEPUEDO".
-¿No puedes perder el orgullo ni por una vez?
-Perdone usted que no sepa socializar con gente a la que no volveré a ver en la vida.- la morena apretó los labios y el rubio se quedó callado.-Solo venía a decirte que siento haberte dicho lo de "Cállate perro.", no estuvo bien.
Sin más, cogió su arco y sus flechas y se fue rumbo al bosque. Ya no le hacía gracia burlarse del Alquimista de Acero.