miércoles, 21 de enero de 2015

Un iceberg de oro. Capítulo 9: "Pues claro que soy tu amiga.".

-¿Y dices que estos libros tratan sobre la alquimia que te enseñó tu hermana?- le preguntó, interesado. Ella asintió, pero no dejó que abriese ninguno.- ¿De verdad no vas a dejarme leerlos?
-No. Esos libros los escribió Sophie, no pienso dejar que los leas. 
-Pero... ¡Es por una buena causa! ¡Yo quiero aprender!- le pidió con una mirada suplicante.
Ella fingió que se lo pensaba durante un minuto.
-No.- fue su contundente respuesta.
-¡Por favor! ¡Enséñame! 
-Eres un pesado, héroe. Como sigas así te largo de mi casa.
-¡Eres una aprovechada, estoy colocando tus libros! 
-¡Porque eres más alto que yo! ¡Es lo que te toca! 
-Mentira, es que tú eres una vaga y quieres esclavizarme.- se quejó, frunciendo el ceño.
-Anda, pensaba que nunca ibas a darte cuenta. Pero me ha funcionado. Has ordenado todo lo que te he pedido. A veces pienso que serías un excelente mayordomo. 
-Elyon, odio que te burles de mi. ¿No podrías dejar de hacerlo un rato?
Ella se lo pensó seriamente. Le había ayudado mucho.
-Está bien. ¿Te apetece un vaso de leche?- le ofreció, levantándose del sofá.
Él le dedicó una mirada suplicante.
-Me apetece cualquier cosa antes que leche. ¿No podrías ofrecerme agua?
-Vale... 
Se fue a la cocina y le trajo un vaso de agua. El rubio le sonrió, agradecido.
-Muchas gracias, El.- se llevó el agua a sus labios, que sonreían.
-No me las des, he escupido dentro.
El chico echó de un golpe todo el liquido que había introducido en su boca. 
Elyon, ante la escena, no pudo evitar empezar a reírse como una desquiciada.
-¡Era broma!- le dijo, muerta de risa. La cara del rubio era un poema.-Vale que soy mala gente, pero no soy tan inhumana.
-Bueno, eso es discutible.- le respondió la pobre víctima. 
La chica hizo un puchero y se levantó para ayudarle a colocar los libros que restaban. Se estiró para alcanzar el estante más alto y colocó el número 23 de la "Enciclopedia sobre Alquimia y otras ciencias". 
-La verdad es que no soy mala... Solo traviesa.- le confesó, sin mirarle. Edward le pasó otro libro. 
-Eso ha sonado raro...
-O tú lo has interpretado mal. Vamos, Edward, yo soy imponente. Hasta tú te asustas cuando me enfado.
-... No.
-Mentiroso, mereces un castigo por tal mentira.
-Puedes castigarme... ¿Sigue en pie lo del dormitorio?- se la devolvió el rubio. 
Ella le miró, sorprendida. 
-Tú tienes un problema serio en la cabeza. 
-Mírame, soy increíblemente guapo, y tú te niegas a acostarte conmigo. Está claro quién de los dos tiene problemas mentales.- siguió burlándose el chico, con un brillo pícaro en su dorada mirada. 
Ella se sonrojó levemente, pero dio gracias al universo porque su piel fuese morena y disimulase el calor que se había acumulado en sus mejillas.
-Creo que eso de ser famoso se te ha subido a la cabeza, héroe. Nunca me acostaría con alguien tan feo como tú.
Ella se sonrojó más al darse cuenta de que había mentido. Edward no le parecía feo. Pero tampoco le parecía guapo. Era... Del montón.
-Dime que lo has dicho en broma...- el chico enarcó una ceja.
-¡Pues no! ¡Eres un egocéntrico! Los hay mucho más guapos.- le respondió la morena.
-Pues que sepas que hay chicas mucho más guapas que tú. Y que sepas que todas babean por mi.- se dio aires.
-Ya... Si están desesperadas, es normal.- le contestó la chica de ojos azules, y Edward le enseñó la lengua, molesto.
-¿Sabes que solo te veo como una amiga, no? Estaba bromeando.- le aclaró Edward al verla tan a la defensiva. 
Elyon le miró con recelo. 
-Bueno, por si acaso.
-En realidad... A mi ya me gusta una chica.- le confesó, sonrojándose por momentos, lo que le dio un aspecto adorable.
Ella se sorprendió al escucharle, y observó con detenimiento su expresión.
-¿De verdad? Pobre mujer.- finalmente se compadeció. Edward se indignó.
-¡Pero bueno!
-Es broma, héroe. A ver, cuéntame. ¿Cómo es ella?- le preguntó, interesada. 
El rubio no pudo evitar sonrojarse de nuevo. 
-Pues... Eh... Es rubia... Y sus ojos son azules. Su pelo es muy bonito... Es muy largo, y liso. Su piel es muy clara, casi parece de porcelana. Es tan guapa... Aunque tiene mucho carácter. Siempre me maltrata. Pero se preocupa mucho por mi hermano y por mi.
Elyon se quedó anonadada. Hacía mucho que no escuchaba hablar a alguien con tanto sentimiento. 
-Vaya... Ya veo que es muy importante para ti.
-B-bueno... Yo...- al pobre chico le costaba asumir sus sentimientos. 
-Espero que sea digna de un héroe tan guapo como tú.- la morena le dedicó una preciosa sonrisa. Pocas veces sonreía así, pero le parecía enternecedor lo que decía su amigo. 
Él apartó la mirada, avergonzado. Se había dado cuenta del cambio de actitud de Elyon respecto a su persona. Ahora parecía que aceptaba y le agradaba estar con él.
-Vaya... Gracias, El.- le agradeció.
-Hala, venga. Que ahora te toca colocar las cortinas, machote.- le dio una palmadita en la espalda y fue a la cocina. 
Edward suspiró. Hizo lo que la morena le pidió y se sentó en el sofá. Sonrió al darse cuenta de que aquella chica molesta, sarcástica y antipática, se iba convirtiendo poco a poco, en alguien muy importante para él. Cierto, no la conocía de toda la vida, pero él sentía que así era. En muy poco tiempo habían alcanzado un alto nivel de complicidad. Ya no le molestaba su mal humor, ni su continuado uso de la ironía, ni sus burlas. Porque se había dado cuenta de que eran tan solo eso, burlas. Lo que la chica decía no era lo que pensaba.
-Edward...- escuchó su voz y dio un suave brinco en su sitio. 
-¿Si?- preguntó, alarmado. 
-Yo... Estaba pensando... Si después te apetecería enseñarme la ciudad...- le dijo la morena, en un tono de voz tan bajo que casi no la escuchó. 
Él enarcó una ceja, burlón. 
-¿Por qué? ¿Temes acaso perderte?
Ella frunció el ceño con desagrado. 
-No te pongas estúpido, héroe. Que todavía no me has visto con el orgullo herido.
-Ah, ¿Que alguna vez tu orgullo ha sido herido? Qué raro, parece invulnerable.
-Edward...- le avisó.
-Está bien, perdona. Te la enseñaré con gusto.- sonrió.
La chica fue a cambiarse de ropa, pues deseaba vestir acorde con aquel lugar. 
Se colocó unos pantalones vaqueros ajustados, de tono azul claro. Un jersey blanco de lana con unas letras negras en las cuales no se fijó apenas, y unos botines marrones, bastante cómodos. Para arreglarse el cabello tan solo hizo lo de todas las mañanas. Se lo cepilló rápidamente, desenredándolo, y sacudió sus negros bucles de un lado a otro, consiguiendo bastante volumen. Un gorro marrón claro adornaba su cabeza, aunque se lo puso más bien por si hacía frío.
El chico la aguardaba con paciencia. La chica salió del cuarto y el rubio la observó unos segundos, en silencio. 
-¿Qué miras?- le cuestionó ella, enarcando una ceja. El susodicho negó con la cabeza.
-Nada... Es que me gusta tu ropa.
Elyon se sintió halagada, pero no le agradeció el cumplido. En cambio, se giró y caminó hacia la puerta. 
-¿Vas a quedarte ahí parado para siempre? Vamos, o te dejo encerrado.
Edward sonrió. A pesar de los esfuerzos de la morena, él había visto su sonrojo.
***

Tras unos minutos caminando en silencio por las amplias calles llenas de vida, la chica se decidió a ser la primera en hablar.
-¿Dónde puedo comprar ropa nueva?- le preguntó al chico. Él se sorprendió por la pregunta, ya que Elyon no tenía pinta de ser el tipo de chica a la que le gustase ir de compras.
-Bueno... No soy muy experto en eso... Creo que deberías preguntarle a alguna chica.- le recomendó, rascándose la cabeza, algo incómodo. 
Ella frunció el ceño, pero no dijo nada. 
Tras unos segundos sin comunicarse entre ellos, Edward no pudo evitar preguntar.
-¿Por qué quieres ropa nueva?
La morena le miró, recelosa.
-No quiero decírtelo.
-¿Es porque has conocido a algún chico?
Ella enarcó una ceja, sarcástica, pero no hizo ningún comentario.
-¡Elyon, vamos! ¡Cuéntamelo!- le pidió el chico, clavando sus doradas orbes en los icebergs que la morena tenía por ojos.
-Eres muy pesado. Y hablador. Deberías dedicarte a la política.- le dijo con desinterés.
-Está bien... No te diré entonces lo que me dijo Mustang de ti.
Elyon le observó durante unos segundos. El maldito sabía jugar bien sus cartas. La chica fingió ignorarle.
-Oh... Entonces no quieres saber cuál será tu primera misión...- murmuró el rubio, sabiendo que ella le escuchaba.
Ella apretó los labios. 
-No me interesa lo que ese lanzallamas con boca diga u ordene.- respondió con frialdad. Odiaba a Roy Mustang, no le soportaba.
-Oh... Qué pena... Él me dijo que te lo dijese... Pero creo que ya que no deseas que yo sea tu fuente de información, tendrás que ir a verle...
-Odio a tu puñetero jefe. Y como no tengas cuidado, terminaré odiándote a ti también. 
-¿Me dirás entonces lo que quiero?- Edward sonrió, oliéndose la victoria.
-Quiero ropa nueva por que me apetece arruinar financieramente a Mustang.- confesó la morena.
El rubio se carcajeó. 
-¿De verdad? ¿Por qué no haría yo eso cuando le conocí? Me hubiese servido de venganza...
-Porque tu inteligencia no da para tanto, héroe.- la chica rodó los ojos.
Edward la miró con desagrado.
-Eres mala, ¿Lo sabías?
-Te lo avisé y no me hiciste caso, querido aprendiz de caballero.- la morena hizo una reverencia, burlándose. 
-Aún estoy a tiempo de cambiar de idea.- bromeó él. Elyon dejó de sonreír burlonamente, y su expresión se endureció, volviendo a forjar aquella coraza helada.
-Deberías hacerlo. No te necesito, en realidad.- murmuró, intimidándole con su mirada fría y opaca.
-Conmigo no tienes que fingir ser una antisocial que odia al resto de seres vivos. Ya sé cómo eres en verdad.
Ella se relajó un poco. 
-Creo que quiero saber ya qué narices quiere que haga el dictador.- cambió de tema.
-Oh... No es muy complicado. De hecho, voy a supervisarte. 
-¿Supervisarme? ¿Tú? ¿A mi?- la morena enarcó una ceja.
-Exacto. 
-Creo que debería hablar con Mustang. No necesito un vigilante.
-Oh, yo creo que si lo necesitas.- el rubio sonrió, burlón. 
Ella frunció el ceño. 
-No soy una niña.- se quejó. 
-Si que lo eres. 
-Habló el mayor.- puso los ojos en blanco, exasperada.
-Soy mayor que tú, piojo.- la miró por encima del hombro, con superioridad. 
-Y aún así te gano en madurez. 
Edward suspiró.
-Vamos, Elyon. ¿Sabes el esfuerzo que estoy poniendo en ser tu amigo? ¿No podrías al menos... Ser amable de vez en cuando?
-Déjame que lo piense.... Um...- fingió que recapacitaba- No.
-Lo suponía. 
-Si sabes la respuesta, es una necedad hacer la pregunta.
-Elyon... 
El rubio se paró. Ella le adelantó, pero detuvo su andar al percatarse.
-¿Qué te ocurre?
-¿Tú eres mi amiga?- le preguntó, esperando que la morena le respondiese con aquella sinceridad tan propia de la Black.
Elyon observó con detenimiento los ojos de Edward. Su mirada la hizo sentir mal, parecía verdaderamente inseguro. En cierto modo, eso la enterneció.
Sonrió un poco y se acercó a él. 
-Pues claro que soy tu amiga. De no ser así, no estaría aquí, soportando a tu jefe.- le dijo, ampliando su sonrisa. El rubio tenía expresión de sorpresa, pero ella no prestó atención a eso y le cogió la mano, tirando de él hacia adelante. 



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