miércoles, 22 de octubre de 2014

Un iceberg de oro. Capítulo 7: "Tu fuerte son los puñetazos".

-¡Elyon! ¡Levanta! ¡El tren sale en dos horas y todavía no has hecho las maletas!- el rubio la despertó, moviendo la cama bruscamente, desestabilizándola. 
-¡Edward! ¡Me da exactamente igual! ¡Déjame dormir!- le chilló ella, irritada.
-De eso nada, El. Te levantarás y recogerás tus cosas. Nos iremos a Central y serás muy feliz.- le dijo el chico con decisión.
-¡MALDITO RUBIO! DÉJAME DORMIR.- le tiró lo que primero encontró, que por desgracia o por suerte, fue un sujetador. El chico lo esquivó ágilmente y volvió a zarandear la cama.
Elyon se hartó y saltó al suelo, haciéndose algo de daño en los tobillos. Pero a pesar del dolor, comenzó a correr detrás del rubio. 
El chico huyó, riendo por lo roja que estaba la morena. 
Al fin, la chica se cansó y se enfurruñó. 
-Imbécil...- susurró. Se dirigió a su cuarto y empezó a empaquetar sus cosas. Consiguió meter todo en apenas dos maletas. Después, entró de nuevo al cuarto de su hermana, y cogió todas las fotografías que la rubia había sacado a lo largo de su vida. Las metió en una carpeta y la introdujo en la maleta. No pudo evitar mirar de nuevo al osito de peluche que descansaba sobre la cama flotante. Se mordió el labio, cavilando. 
Finalmente, y como tributo a Sophie, lo cogió y lo metió también en la maleta. 
Le echó una última mirada al lugar y salió de allí. Edward ya la esperaba en la puerta de la entrada. 
A la chica se le hacía demasiado difícil abandonar aquel lugar. Estaba tan habituada a aquellas paredes que le resultaba extraño tener que irse. 
Caminó hacia el rubio, que la miraba, expectante. 
-¿Nos vamos?- le preguntó el chico.
Ella intentó sonar segura cuando respondió:
-Vámonos.
Los dos salieron de la casa, y Elyon la cerró con llave. Se la colocó con una cadena alrededor del cuello y la escondió debajo de su camiseta.
Caminó al lado de su nuevo amigo, internándose en el pueblo. Sentía a la gente mirándoles, pero no le importaba. 
Suspiró cuando salieron del pueblo. Ella miró hacia atrás y observó el lugar, presidido por un enorme cartel con el nombre de la villa, "White Castle". 
Edward observó que la chica estaba demasiado pensativa, así que trató de hablarle.
-Siempre supe que terminaría convenciéndote de que vinieses conmigo.- presumió el chico, distrayéndola. Ella le lanzó una mirada sarcástica.
-Todavía estoy a tiempo de volverme a mi casa y volver a dormirme.- le amenazó ella. El chico se puso nervioso.
-¡No, no, no! ¡Has dicho que vendrías! ¡No puedes echarte atrás!- se quejó el rubio. Ella rió. Le gustaba hacerle rabiar.
-No te preocupes. Sería algo patético despedirme para luego no irme.
Edward sonrió al verla tan decidida.
Llegaron a las estación, donde el tren estaba a punto de salir. El rubio tiró de la chica, haciéndola correr para llegar a tiempo. 
Al final, consiguieron subir. 
Elyon, cansada, se tiró en el primer asiento que vio.
Edward se sentó en frente de ella, que más bien estaba acostada en su asiento. 
-Entonces... ¿Cómo es la ciudad?- le preguntó ella, pues no quería quedar como una analfabeta. 
-Es... Grande. Tranquila, en cuanto conozcas a Alphonse querrá enseñártela.- le respondió el rubio. La morena se encogió. No era buena haciendo amigos.
-Y... ¿Qué hace precisamente un Alquimista Nacional?
-Eh... Investigamos sobre la Alquimia, a veces nos envían a lugares a realizar alguna tarea... Y... En caso de guerra, debemos luchar.- le explicó el rubio.
Elyon se replanteó seriamente lo que iba a hacer. 
-... ¿De verdad estás recomendándome un trabajo así?
-No te ocurrirá nada. No lo permitiré. Es seguro.- le prometió él.
-No sé si te has dado cuenta, pero no soy una chica que acate demasiado las normas.- la chica miró el paisaje por la ventana, el cual pasaba a muy alta velocidad.
Edward rió, algo divertido por la contestación.
-Bueno... Creo que Mustang sabrá imponerse.
-Yo también sé imponerme, héroe.- ella rodó los ojos.
-Bueno, no he dicho lo contrario... Pero Mustang... Bueno, ya lo verás.
La chica de ojos azules se limitó a enarcar una ceja.
-No creo que pueda conmigo.
-Qué confiada...- se burló el chico. 
-En lo que a terquedad se refiere, Edward.- le miró, algo molesta.- De todos modos tendré que pasar una prueba, ¿No? No es definitivo.
Edward asintió, sin perder el buen humor. 
-Sé que la pasarás.- le dijo, seguro de si mismo. La morena le observó algo extrañada durante unos segundos.
-Estoy tan harta de tu positividad... Es molesta. Casi repulsiva.- le confesó sin pena alguna. 
-Es que la negatividad que tienes tú necesita ser contrarrestada por algo.
-¿Estás seguro de que cuando eras pequeño no te caíste de la cuna? Por que me parece la respuesta más lógica.
-¿En serio vamos a volver al principio? Creí que la etapa de las burlas y los insultos ya la habíamos pasado.- se quejó Edward.
Elyon sonrió con malicia.
-Pero eso no quita de que sea divertido burlarse de ti.
Él le dedicó una mala mirada, pero dejó pasar el comentario.
-Eso... ¿Es la ciudad?- preguntó la chica, observando el cambio de paisaje, sorprendida.
-Si. Es sorprendente la primera vez que la ves, ¿Verdad?- le dijo el chico, mirándola.
Ella, distraída, asintió. 
-¿Debería saber algo en concreto que me ayude a sobrevivir?
Edward rió. 
-Solo manténte a mi lado.
-Cómo si fuese a obedecerte. 
El tren se detuvo y los dos chicos bajaron. 
Elyon observó todo a su alrededor. Parecía tan... Elegante...
Una mujer rubia, de ojos castaños y vestida con un uniforme azul se les acercó. 
-Bienvenido, Edward.- le saludó la mujer, sonriendo un poco. La morena la miró con curiosidad.
-Teniente Hawkeye, me alegro de verte.- le devolvió el saludo el chico de ojos dorados.-Oh, ella es Elyon Black.
La mujer clavó su mirada en ella. 
-Un placer.- susurró la morena, algo fría.
-Lo mismo digo.- la mujer le dedicó una casi inexistente sonrisa.
Un coche los llevó hasta el Cuartel General. Elyon no podía evitar sorprenderse con cada cosa que veía a través del cristal. 
Edward sonrió al verla tan entretenida.
Cuando llegaron, rápidamente entraron al edificio, y sin que la pobre chica se diese cuenta, ya estaba delante de la oficina del Coronel. Miró a su acompañante, algo perdida. 
-¿Qué narices hago aquí?
-Mustang quiere verte. No te preocupes, estaré contigo.- le dijo al ver la cara confusa de la muchacha. 
-No necesito protección eterna. Ya te dije que no me van los héroes, Edward.
La chica entró con decisión en el despacho. Se encontró con el hombre de pelo liso, negro azabache, sus ojos eran negros y su tez pálida.
-Vaya, vaya. La famosa Elyon Black.- la "saludó". Ella le dirigió una mirada sarcástica.
-¿Famosa? ¿En serio?- le dijo ella, poniendo los ojos en blanco. 
-Bueno, podría haber ido directamente al grano, pero me parecía de mala educación decirte que, si no quieres terminar en la cárcel, aceptes el trato que te ofrezco.
-No he cometido ningún delito.- le plantó cara la pequeña. 
-Caza furtiva durante 6 años seguidos?- le echó en cara el hombre. Ella palideció.
-¿Quién te asegura que aceptaré ese trato?- trató de mantenerse segura.
-Tu cordura, pequeña Black. Conocía bastante bien a tu hermana y, aunque ella no poseía la seguridad que muestras, era bastante razonable. 
-Acaba con esto, Mustang. No me gustan los rodeos.
-Está bien. Te ofrezco, a cambio de tu libertad, que te conviertas en Alquimista Nacional. He sido bien informado de lo que eres capaz de hacer, y creo que serías muy útil.
-No soy un arma que puedas utilizar cuando te salga de los mismísimos...- comenzó a decir la chica, enfadada.
-Eh, esa boca. Le estás hablando a tu jefe, pequeña. No te consideres un arma, considérate... Una ayuda.
Elyon estaba a punto de darle la bofetada más grande de su vida, más se contuvo. 
-No vas a mangonearme.- le dejó claro. 
-Eso ya lo veremos. Por el momento, rellena estos impresos.- le ordenó el hombre, dándole unos papeles a la chica, que los cubrió rápidamente. 
-No soy de tu propiedad. Para que lo sepas. No voy a andar detrás tuya acatando órdenes absurdas, no soy tu perrito faldero.
-Eres pesada eh. Deberías dejar la altanería apartada por un segundo. Te estoy ofreciendo un trabajo bien pagado, y también te ofrezco un hogar. De hecho, espero que no te moleste que te halla buscado un nuevo alojamiento.
-¿Qué...? ¿Me has comprado una casa?- la chica no se lo creía.
-Mmm... En realidad lo he pagado con tu sueldo anual. Pero tranquila, creo que te queda una enorme cuenta de ahorros. 
Elyon estaba tan sorprendida que no sabía ni qué responder.
-¿A que ya no parece un trabajo tan malo?- se burló Mustang. Ella le fulminó con la mirada.
-Dame las llaves de mi casa y me plantearé si tomarte en serio o no.- le exigió la morena.
El hombre dejó sobre la mesa las llaves. 
-Es un apartamento cerca de aquí. Dale esta dirección a Edward y que te acompañe.
Ella se levantó, harta de hablar con el Coronel. Antes de que se fuese, escuchó que le decía:
-Que tengas un buen día.
Elyon cerró de un portazo la puerta, casi rompiéndola por la fuerza con la que lo hizo.
Fuera, estaba el rubio esperándola. En cuanto se acercó, recibió un enorme puñetazo en toda la cara. 
-¡¿QUÉ NARICES TE OCURRE?!- le gritó el chico. 
-Así que por eso estabas pegado a mi todo el tiempo, ¿Eh? Para recopilar información para tu amado jefe, ¿No? Pues sabes qué? Quédate tu puñetera falsa amistad y métetela por donde te quepa.- le gruñó ella, muy enfadada.
El rubio la encaró. 
-Primero, no recopilaba información para Mustang. Segundo, no hay nada de falso en la amistad que te ofrezco. Y tercero... Tu fuerte son los puñetazos.- le dijo, dolido por el golpe y las acusaciones.
-Ah, genial. ¿Y por qué debería creerte?
-Por que si no me hubieses creído no me hubieras contado la verdad sobre tu hermana.- le susurró, enfadado. Le parecía inconcebible que después de todo lo que había hecho por ella, siguiese dudando de sus intenciones.
La mirada de la chica cambió. Ahora, en vez de enfado, sus azules ojos mostraban una enorme decepción.
-Vete a la mierda.- terminó por decir, yéndose.
-Eh, ¿A dónde vas?
-A mi nueva casa.- Elyon salió del edificio, siendo seguida de cerca por el rubio.
-Ni siquiera conoces esta ciudad. ¿Cómo piensas encontrarla?- Edward estaba algo preocupado. 
-Déjame en paz. Vuelve a tu vida, ya no tienes que fingir querer estar conmigo. 
-No estoy fingiendo, Elyon.
-¡Si que lo haces! Y lo peor es que a veces lo haces tan bien que me dan ganas de creerte.- se quejó la chica, molesta. 
El rubio, cansado, la sujetó por los hombros y la obligó a mirarle a los ojos.
-Elyon Black. Escúchame bien. No te salvé la vida porque me lo ordenara Roy Mustang. No te curé las heridas porque me lo ordenara Roy Mustang. No te molesté día y noche para que vinieses a la ciudad porque me lo ordenara Roy Mustang. Lo hice porque quería ser tu amigo.- le soltó sinceramente Edward. Ella le sostuvo la mirada, sin expresar en la suya ningún sentimiento.
Finalmente, se soltó del agarre del chico y se dio la vuelta. 
-Enséñame dónde está mi casa.
Tras tres intentos por encontrar la dirección, Edward consiguió llevarla al pequeño pero acogedor piso en el cual se hospedaría durante un tiempo indefinido. 



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